De qué hablamos cuando hablamos de escribir, feat. Frank Herbert.
Les comparto lo que uno de los mejores escritores de la historia tiene que decir sobre el acto de poner ideas en papel
Hoy inauguramos una nueva sección de este experimento llamada “Alguien lo dijo mejor que yo”.
Llevaba un tiempo sin actualizar, porque comencé a preguntarme cuál es el sentido de andar haciendo estas cosas (blogs, podcasts, cómics, you name it) si nunca llegarán a ser mainstream. Onda, estoy sacrificando tiempo que podría estar usando en algo “productivo”, as in que genere ingresos #mentalidaddetiburón.
Pero la vida tiene esas sincronías simpáticas, y me encontré por casualidad con un ensayo escrito por Frank Herbert, autor de Dune, sobre qué pasaba por su cabeza cuando escribió lo que es básicamente una mejor versión de la Biblia. Son palabras de sabiduría que también aplican a la música, la fotografía o a cualquier otra expresión del alma.
Dice Herbert (la traducción es mía):
Cuando escribía Dune no había lugar en mi mente para las preocupaciones sobre el éxito o el fracaso del libro. Sólo me preocupaba la escritura.
Seis años de investigación habían precedido al día en que me senté a armar la historia, y el entrelazamiento de las muchas capas de la trama que había planeado requería un grado de concentración que nunca antes había experimentado.
Debía ser una historia que explorara el mito del Mesías.
Era la visión de un planeta habitado por humanos como una máquina de energía.
Debía penetrar en el funcionamiento entrelazado de la política y la economía.
Debía ser un examen de la profecía absoluta y sus peligros.
Iba a tener una droga de la conciencia y decir lo que podría ocurrir por la dependencia de dicha sustancia.
El agua potable iba a ser una analogía para el petróleo y para la misma agua, una sustancia cuyo suministro disminuye cada día.
Iba a ser, pues, una novela ecológica con muchos matices, así como una historia sobre la gente, con preocupaciones humanas y valores humanos, y tuve que vigilar cada uno de estos niveles en cada etapa del libro.
No había espacio en mi cabeza para pensar en mucho más.
Tras la primera publicación, los informes de los editores fueron lentos y, como se vio, inexactos. A los críticos no les interesó. Más de doce editoriales lo habían rechazado antes de su publicación. No hubo publicidad. Sin embargo, algo estaba sucediendo.
Durante dos años, me inundaron quejas de las bibliotecas y los lectores de que no podían conseguir el libro. The Whole Earth Catalog lo elogió. Empecé a recibir llamadas telefónicas de gente que me preguntaba si estaba iniciando un culto.
La respuesta: "¡Dios no!"
Lo que estoy describiendo es la lenta realización del éxito. En cuanto se completaron los tres primeros libros de Dune, había pocas dudas de que se trataba de una obra popular –De los más populares en la historia, me dicen, con unos diez millones de copias vendidas en todo el mundo. Ahora la pregunta más común que se hace la gente es: "¿Qué significa este éxito para usted?"
Me sorprende. Pero tampoco esperaba el fracaso. Era un trabajo y lo hice.
Partes de Mesías de Dune e Hijos de Dune fueron escritas antes de que Dune estuviera terminado. Fueron desarrollándose mientras las escribía, pero la esencia de la historia permaneció intacta. Yo era un escritor y estaba escribiendo. El éxito significaba que podía pasar más tiempo escribiendo.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta que hice lo correcto de manera instintiva. No se escribe para el éxito. Eso le quita parte de tu atención a la escritura. Si de verdad lo estás haciendo, eso es todo lo que haces: escribir.Hay un pacto no escrito entre tú y el lector. Si alguien entra a una librería y gasta su dinero ganado con esfuerzo (gasta su energía) en tu libro, tú le debes a esa persona algo de entretención y todo lo que demás que puedas darle.
Esa fue mi intención todo el tiempo.
Y esas palabras resuenan mucho con lo que, guardando las proporciones, estamos tratando de hacer aquí. Que tú, querid@ lector@, pases un buen rato.
Hasta la otra.